Hola, chicas y chicos de sexto y séptimo!!
Les dejamos los dos cuentos de Liliana Bodoc que la seño Pata compartió con ustedes por Whatsapp.
¡A disfrutar del leerse con otros y otras!
CUENTO 1
"Después de los lobos" de Liliana Bodoc (En "Amigos por el viento")
Un mundo sin diferencias es tan temible como un arco iris gris.
Andan los lobos en manadas. Su ferocidad va delante de ellos, y detrás van sus sombras, estiradas por el ultimo sol del atardecer.
Primero la ferocidad, después los lobos, después las sombras; las manadas recorren los caminos del bosque.
El bosque, que los conoce bien, sabe que se acerca una muerte. Porque los lobos tienen hambre. Un hambre enorme y antigua, tal como si jamás hubieran comido: ni ellos, ni sus padres, ni sus abuelos. Con las orejas alertas, los hocicos entreabiertos y los colmillos en su sitio, la manada va en busca de su presa.
Hace tiempo y más tiempo, en la gran manada de los lobos del mundo comenzó a suceder algo extraño.
Para que no se advierta su llegada, los lobos se mueven con precaución. Tanta precaución que, más que decir que no hacen ruido, habría que decir que hacen silencio.
El bosque sabe lo que va a suceder... Tarde o temprano, los lobos hallarán un animal indefenso, lo cercarán en una rueda de ojos amarillos, y luego se abalanzarán sobre él. Un poco después, estarán aullándole a la luna para celebrar la cacería.
Van a hacerlo porque son lobos, y no ardillas, tortugas o ciervos. Y todos los lobos tienen un hambre armada de colmillos, caminan con sigilo y están enamorados de la luna.
Pero... (si no hay PERO, no hay cuento) a veces las cosas cambian. Se sacuden.
Hace tiempo y más tiempo, en la gran manada de lobos del mundo comenzó a suceder algo extraño.
Por aquí y por allá, en este bosque y en aquella pradera nacieron algunos lobos que no quisieron, no supieron o no pudieron ser iguales a todos.
No quisieron, no pudieron o no supieron... ¡Eso no es lo importante! Lo que realmente importa es que aquellos lobos se aburrían de tener hambre. Solamente tener hambre. Todo el día y la vida: cazar y seguir hambrientos.
Entonces lentamente comenzaron a cambiar sus costumbres. ¡Y terminaron haciendo cosas que a ningún lobo común y corriente se le hubiese ocurrido! Por ejemplo, dejaron de mirar la luna, y empezaron a mirar con curiosidad las luces de los fuegos que encendían los hombres.
Y bien, cuando sus compañeros notaron la diferencia, se inquietaron. Mejor dicho, algunos se inquietaron. "Qué sucedía con aquellos lobos... ¿Por qué se comportaban de esa ridícula manera?"
Otros, en cambio, se burlaron. "Vean estos lobos inútiles y débiles que no quieren tener hambre todo el día".
Algunos desconfiaron: "¿Sería conveniente que aquellos lobos permanecieran cerca...? ¿Y si sus rarezas y sus tonterías eran contagiosas?"
Finalmente, otros se enfurecieron: "¡No debemos aceptar esta insolencia!" Y hasta amenazaron: "Si no se comportan igual que nosotros, recibirán un castigo".
Con el tiempo los animales que no querían, no sabían o no podían ser iguales al resto de las manadas se fueron rezagando. La inquietud, las burlas y las rabias de sus compañeros crecían cada vez más.
Entonces, un buen dia, aquí y allá, en esta pradera y en aquel bosque, ellos tomaron un nuevo camino.
Los lobos en manada continúan andando por su propio sendero. Hambrientos, orgullosos y colmilludos; caminando con sigilo para atrapar una presa, aullándole a la luna llena.
Y quizá nunca sepan lo que nosotros sabemos...
Aquellos animales que se aburrieron de tener hambre, siempre y solamente hambre, no eran inútiles, débiles o insolentes. Tenían otros sueños, eso sí. Por eso, un día cambiaron de sendero y de destino.
Ellos viven hoy más cerca de los hombres que de la luna. Y tienen los nombres que les pone el amor.
- Muy bien. Ya terminé mi pequeño cuento. ¡Vamos, Tobi, es hora de volver a casa!
CUENTO 2
"La mejor luna" de Liliana Bodoc
Pedro es amigo de Juan. Juan es amigo de Melina. Melina es amiga de la luna.
Por eso, cuando la luna empieza a perder su redondez, los ojos alargados de Melina hierven de lágrimas, su tazón de leche se pone viejo en un rincón, y no hay caricias que la alegren.
Días después, cuando la luna desaparece por completo, Melina sube a los techos y allí se queda, esperando que la luna regrese al cielo como aparecen los barcos en el horizonte.
Melina es la gata de Juan. Juan es amigo de Pedro. Pedro es el dueño de la luna.
La luna de Pedro no es tan grande ni tan redonda, tiene color de agua con azúcar y sonríe sin boca. Y es así porque Pedro la pintó a su gusto en un enorme cuadro nocturno, mitad mar, mitad cielo.
Pedro, el pintor de cuadros, pasa noches enteras en su balcón. Y desde allí puede ver la tristeza de Melina cuando no hay luna. Gata manchada de negro que anda sola por los techos.
¿Les dije que Melina es la gata de Juan? ¿Les dije que Juan se pone triste con la tristeza de Melina?
Juan se pone muy triste cuando Melina se pierde en el extraño mundo de los techos, esperando el regreso de la luna. Y siempre está buscando la manera de ayudar a su amiga. Por eso, apenas vio el nuevo cuadro que Pedro había pintado, Juan tuvo una idea. Y aunque se trataba de una luna ni tan grande ni tan redonda, color de agua con azúcar, podía alcanzar para convencer a Melina de que un pedacito de mar y una luna quieta se habían mudado al departamento de enfrente.
Juan cruzó la calle, subió siete pisos en ascensor y llamó a la puerta de su amigo. Pedro salió a recibirlo con una mano verde y otra amarilla. Juan y Pedro hablaron durante largo rato y, al fin, se pusieron de acuerdo. Iban a colgar el enorme cuadro en el balcón del séptimo piso para que, desde los techos de enfrente, Melina creyera que la luna estaba siempre en el cielo. Eso sí, tendrían que colgarlo al inicio de la noche y descolgarlo al amanecer.
Pedro es un pintor muy viejo. Juan es un niño muy niño. La luna del cuadro no es tan redonda ni tan grande. Y Melina, la gata, no es tan sonsa como para creer que una luna pintada es la luna verdadera.
Apenas vio el cuadro colgado en el balcón de enfrente, Melina supo que esa no era la verdadera luna del verdadero cielo. También supo que ese mar, aunque era muy lindo, no tenía peces. Entonces, la gata inclinó la cabeza para pensar qué debía hacer.
¿Qué debo hacer?, pensó Melina para un lado.
¿Qué debo hacer?, pensó Melina para el otro.
"La luna está lejos y Juan está cerca. Juan es capaz de reconocerme entre mil gatas manchadas de negro. Para la luna, en cambio, yo debo ser una gata parecida a todas en un techo parecido a todos. Y aunque la luna del pintor Pedro no es tan grande ni tan redonda, es la luna que me dio el amor".
Melina es amiga de Juan. Juan es amigo de Pedro. Pedro es amigo de los colores.
Juan creyó que un cuadro podía reemplazar al verdadero cielo. Porque para eso están los niños, para soñar sin miedo.
Melina dejó de andar triste en las noches sin luna, porque para eso tenía la luna del amor.
Y Pedro sigue pintando cielos muy grandes, porque para eso están los colores: para acercar lo que está lejos.
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